jueves, 4 de marzo de 2010

Control 4

DEL DICHO AL HECHO

Blanca Luna

Ignorantes por decisión

Después de asistir a la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería me surgió una duda que deseo hacer extensiva, ¿por qué si en México la lectura, o mejor dicho los libros no son una prioridad, se da la creación de grandes ferias como la de Minería, Guadalajara o bien la del Libro Infantil y Juvenil? ¿Para qué gastar en una industria que si bien sobrevive, se halla en gran inestabilidad, debido a la falta de amor y costumbre hacia la lectura?

Como bien se sabe México nunca ha sido cuna de grandes lectores, en un principio porque el acceso a los libros era restringido, sólo para elites conformadas por intelectuales, religiosos o la clase alta; y hoy en día porque nosotros mismos nos limitamos a entablar estrecha y cercana relación con ellos.

Conforme datos de la UNESCO, México ocupa el penúltimo lugar en hábitos de lectura de una lista conformada por 108 naciones del mundo, con un promedio de lectura de 2.8 libros anuales por habitante, cifra muy alejada de los 25 volúmenes recomendados por dicha institución, y del promedio de lectura de la sociedad Japonesa, Noruega, Finlandesa y Canadiense que ocupan los primeros lugares a nivel mundial con 47 títulos per cápita.[1]

Temiblemente real, el problema no se trata de la falta de lectura de los mexicanos, sino los objetos de ésta. Periódicos amarillistas, revistas de chismes, comics, libros de texto o bien el afamado libro vaquero constituyen, en su mayoría, la biblioteca de la media de la sociedad mexicana.

Lejos se encuentran los clásicos y los contemporáneos, los extranjeros y los connacionales, los de literatura y los de teoría, la indiferencia hacia los libros nos mantiene de ellos muy alejados; y a su vez de la educación, el conocimiento y el progreso.

Es ahí, en la necesidad de interesarnos por la lectura, donde la insistencia por la instauración de ferias de libros e inversión en la industria editorial tiene cabida. Pero quién mejor que la máxima casa de estudios, la UNAM, o bien el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), con sus ferias correspondientes, para buscar incitar, instaurar, estimular y divulgar la pasión que un libro puede llegar a generar.

Miles de pesos en patrocinios, rentas de lugares, ofertas y publicaciones de libros y demás actividades, son algunas de las características de ferias de tales magnitudes. Pero en realidad, ¿dichas actividades aumentan el gusto o placer por la lectura? Mi respuesta es no, ya que, a diferencia de la mayoría de las declaraciones de los no lectores, quienes dicen no hacerlo por falta de tiempo o dinero; la realidad es otra, no se le porque se ha decidido que es preferible vivir en la ignorancia, problema que conlleva un fondo muy profundo ligado con los hábitos familiares y la educación principalmente.

Y aun cuando las Ferias sean magistrales y oferten en grandes cantidades libros y actividades culturales, resulta más fácil tomar la decisión de no salir de casa, prender la televisión y desconectar el cerebro, para no dar lugar a conflictos que surgen de la capacidad que te dan los libros, pensar y poder analizar.



[1] Marcos Miranda Gil. Viaje alrededor de la lectura [en línea]. México: SEP, 2000. Disponible en Internet en:

http://www.sepic.mx/letras/viaje.htlm.

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